Aunque no hay un consenso específico sobre el origen histórico de esta tradición, sí está claro que las doce frutas consumidas representan a los meses del año, en lo que es un deseo de buenaventura para ese período. En este sentido, cada uva representa a su vez un deseo para el período entrante, aunque como es costumbre en este tipo de pedidos, no deben ser verbalizados.

Pero el ritual también tiene algo de desafío, ya que la tradición sostiene que las doce uvas -con pensamiento de deseos incluidos- deben ser consumidas en un minuto, una tarea nada sencilla pero que para muchos garantiza buena suerte en todo lo que se ha pedido. Según diferentes fuentes, parte de la asociación entre esta fruta y la fortuna comenzó en Alicante en 1909, cuando tras una gran cosecha, se las vendió más baratas como “uvas de la suerte”, que varios guardaron especialmente para consumir en la última cena del año.

Por otra parte, desde la BBC recuerdan las palabras el periodista estadounidense Jeff Koehler, autor de un libro sobre el país europeo, cuenta que el ritual se remonta a la década de 1880. El autor recuerda que la clase burguesa española, imitando a la francesa, celebraba por entonces la Nochevieja comiendo uvas y tomando vino espumante.

“Poco tiempo después, esta costumbre fue adoptada por ciertos madrileños que iban a la Puerta del Sol para oír las campanas de la medianoche y, muy probablemente con ironía o como burla, comer uvas al igual que la clase alta”, escribió Koehler en un artículo para la radio pública de los Estados Unidos, la NPR.