Charlas de boliche

Un tanto alejado de los centros urbanos el viejo boliche y almacén sintetiza parte de la historia de cientos de familias que vivieron en en zona rural, y de muchas que continúan con su cotidiana labor en el campo. Siempre es referencia geográfica para una amplia zona, el bolichón es además de punto de encuentro de cuatro caminos, un testimonio vivo de la cultura rural. Allí, una vez a la semana se juntan dos personajes camperos a comentar la semana.

COOLTURA 27 de abril de 2024 Valerio Meridio Valerio Meridio
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La imponente figura casi llenó la puerta del boliche. Al ver a cierto personaje taciturno bebiendo en el mostrador, bramó indicando un lugar del bolichón:

—!Don Romboide! ¿Cómo dice que le va? que se venga pa´ la mesa, puéh.

El aludido respondió:

—!Don Zumbón! no le escuché el Deus  e´ la For´. Ruso! haga la gauchada de traerle un carlón a mi cumpa y tráigase de paso una picada de queso, mortadela y demás.

—Tenga mano, aparcero! la For no la escuchó porque vine nel zaino cortando por el monte´l gato. Ud. sabe que me voy a tomar un amargo Obrero, la presión, ¿Vió? ¿Y su diabeti, don Romboide? 

— Una belleza, tomo unas pastillitas y ni me duele. ¿Qué le pasó que llega ahora, don este hombre?

— Me a llegao la chinita con su marido y esos mocosos maleducados que tienen de hijos. Mala cosa pa´mi presión. Y el siempre charlatán me ha entretenido con sus embustes.  He rumbeau pa´l monte como quien busca una vaca chúcara, y aquí me tiene, don Romboide. Pa´ colmo de males, ni un alcohol puedo tomar ahora.

—Bueno, compadre, desde el principio sabíamos que eso siempre podía pasar. Vamos, tómese un trago; tranquilícese. Uh, perdón.  Ruso! el Obrero!.

 —Y el que le ha caído es el tuerto, el del ojo de vidrio, por lo de hablador y embustero.

—Eep, sip! ese ojo de vidrio viene con un embuste distinto cada vez que aparece, don Romboide.

— ¿Y con que cuento le vino esta vez, si se puede estar sabiendo, don Zumbón?

— Que los Buenos Aires está en peligro.

— Ah, pero está lejos, suelte nomás, don Zumbón.

El pobre Zumbón quedó pensativo mientras se llevaba un poco de mortadela y queso. Miró a Romboide y cortó un pedazo de pan casero como para ganar tiempo. Al final pareció decidirse.

—Vea don Romboide, la cuestión es que el presidente andaba por el extranjero, y debía buscar unas aviones que compró. ¿Vió? 

— Si, si, sabía que se pegó la vuelta, mucha cháchara por esos pájaros en la tele, acá voy a lo López y el hijo viene con una avión amarilla y me fumiga en dos patadas.

— Aháaa. Pero parece que, ¿Cómo le dicen? bueno esos ensabanados del desierto. Tenían un plan para bombardear los Buenos Aires. Entonces el despeinado ese le entro al recule y se volvió. ¿Vió?

—No diga, don Zumbón. ¿Y qué se traen por estos pagos estos turcos?

boliche

— Lo que decir mucho, mucho, no le entendí al ojo de vidrio. Pero parece que querían chocar un barco con gas contra el puerto de los Buenos Aires y explotarlo, un atentado casi nuclear, como en las películas. ¿Qué me cuenta, don Romboide?.

— Pero yo sé mucho de eso, porque mi hija mujer, si se acuerda, la Micaela, esta en Zárate. Y vuelteando con el marido me contó que hay centrales nucleares y fuimos a verlas. No sé pa´ que tanto, feos los edificios, y está lejos de los Buenos Aires. Siga, siga, don Zumbón.

— Parece que en el barco entraría por el canal de acceso al puerto nuevo. Dice que vienen con 70 marineros  indonesios musulmanes. Que llevan como 150 mil metros cúbicos. Tienen planes de  chocarlo contra la zona de las areneras y explotarlo. Creo que hay un barrio que se llama Norte dijo, que desaparecería.

—!Pero no diga, don Zumbón! Yo no sabía que había una tribu de indios que eran necios y menos marineros. Y digamé, vió lo que dicen que hace una garrafa cuando explota, creo que por eso lo de la bomba atómica.

Zumbón busca recordar en su mente lo que le relataron, da un suspiro y prosigue.

—Vea don Romboide, que eso barcos son grandes debe ser que son, casi 300 metros dijo el ojo de vidrio y que lleva cerca de 250mil metros cúbicos de gas, pero como es embustero, yo no sé, en un de repente miento por boca ajena. Dice que como 4 metros cúbicos de gas equivalen a 1 kg de dinamita, todo el barco equivale a una explosión de 18 kilotones.

— Y digamé, cumpa, que son esos kilotones?

— Yo no sé, por ahí se ocurre que deben ser como los kilos pero mas cojonudos, como el quintal. Ya pa´esa altura cacé el caballo y me vine. 

¿Y tiene noticias del Hermenegildo, don Romboide?

Romboide tomó el último sorbo del carlón, miró el fondo del vaso dejándolo con suavidad en la mesa. Miró al bolichero tocando con el índice el vaso y el Ruso se vino con una jarra. Se quedaron en silencio y cuando el bolichero se fué, como mirando el infinito, largó la respuesta que Zumbón pacientemente esperaba en silencio.

— Ese... le puse un nombre cristiano como debe ser pero se hace llamar Hermes, no parece m´hijo. Vino de visita, la Eleonora encantada de tener a su hijo. Pero se la pasaba abajo del ombú grande con una computadora escribiendo.

— Tenga mano, aparcero, son otros tiempos y se gana bien el pan, Don Romboide.

— Vea, don Zumbón, es lo que me dice la Eleonora. A sí que me arrimé pa´ cebarle unos mates, me lo despreció por café. Hice como si nah y le pregunté que escribía.

—Y de ái? Tiene mente lúcida el mozo, don Zumbón, ha sido así desde mocoso.

— Yo... lo que se dice mucho, no entendí, no del todo. Pero asegún parece un avión militar dominicano, Tucano creo que dijo, venía rumbeando por el lado de Brasil y entró sin permiso a Paraguay. Llegando a Argentina, los paraguayos le dicen que se güelva y aterrice en Paraguay por la radio. Y cuando baja el piloto, ¿Qué cree, don Zumbón? !El que manejaba era argentino!

— Ahh, seguro hay entripao, siga, don Romboide.

— Yo le calculo que le habrán pedido el permiso de conducir, pa´ empezar, y le habrán dado una laceada después por atrevido y cruzar así nomás. La cuestión era que iba pa´ Chile a una feria y lo dejaron ir. Cosa rara.

—¿Desembuche, aparcero, que mas le dijo? tiene que haber mas.

— Ya le dije, no entendí mucho del asunto, algo de problemas ocultos para el presidente dominicano y que pasaba en el peor momento. La verdad, como Ud. con el caballo, me le fuí a a buscar el café.

tyuiyuiui

Se quedaron en silencio un largo rato, con una expresión mustia en sus rostros. El ruso los miraba y siguieron recogidos en sí mismos, tristes y apagados. Zumbón fué el primero en hablar, despacio, arrastrando las palabras, mirando al bolichero, que se puso a disimular dándose vuelta a arreglar unas botellas de la estantería.

—Sosiéguese, don Romboide, nos bomberean, no se complique, hay que darle pa´delante.

—Dicen que en lo de Cachencho se pone bueno a esta hora. Llegamos pal´ asao. Hoy hay destreza criolla y podemos tabear un rato.

—Culo me va a salir con esta suerte! Pero vamos, le mando un wasá a la Rosa pa´ que no se preocupe, no vaya a salir pal´ monte lindo me va ir dispué!

— Volvemos temprano, don Zumbón, llevamos dispué las doñas a comer una pizza y un helado al pueblo, esta noche.

— No queda de otra, don Romboide. 

Y marcharon los dos, Romboide en camioneta y Zumbón al lado, al tranquito en su zaino, hablando quien sabe de qué.

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