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Aniversario de un grande: Antoine de Saint-Exupéry

Antoine Marie Jean-Baptiste Roger Conde de Saint-Exupéry, había nacido en Lyon (Francia), un 29 de junio de 1900; muerto sobre la Isla de Riou (Mar Tirreno, el 31 de julio de 1944). Novelista y aviador francés; sus experiencias como piloto fueron a menudo su fuente de inspiración.

COOLTURA 01 de julio de 2023 Por: Oscar Filippi – Para: Ciudad24
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Tercero de los cinco hijos de una familia de la aristocracia (su padre tenía el título de vizconde), Antoine de Saint-Exupéry vivió una infancia feliz en las propiedades familiares, aunque perdió a su progenitor a la edad de cuatro años. Estuvo muy ligado a su madre, cuya sensibilidad y cultura lo marcaron profundamente, y con la que mantuvo una voluminosa correspondencia durante toda su vida.

Su interés por la mecánica y la aviación se remonta a la infancia: recibió el bautismo del aire en 1912, y la pasión de volar ya no lo abandonaría nunca. Después de seguir estudios clásicos en establecimientos católicos, preparó en París el concurso de entrada en la Escuela naval, pero no logró su objetivo y se inscribió en Bellas Artes. Pudo aprender el oficio de piloto durante su servicio militar en la aviación, pero la familia de su novia se opuso a que se incorporara al ejército del aire, por lo que se resignó a ejercer diversos oficios, al tiempo que frecuentaba los medios literarios. A través de su amistad con el también piloto y pionero de la aviación Henry Guillaumet, en 1926 fue aceptado en la compañía Latécoère (la futura Aéropostale y luego germen de Air France), donde a su vez entablaría una larga amistad con otro aviador, en aquel entonces ya considerado un loco héroe francés, Jean Mermoz. Los tres pilotos protagonizarían a lo largo de sus azarosas vidas algunas de las hazañas más conocidas durante los primeros años de la aviación en Europa, Medio Oriente, África, América del Sur y el Océano Atlántico.

El año 1926 marcó un giro decisivo en su vida: publicó su narración breve El aviador en la prestigiosa revista literaria Le “Navire d’Argent” (Barco de Plata), dirigida por Jean Prévost, y consiguió un contrato como piloto de línea para una sociedad de aviación. A partir de entonces, a cada escala del piloto correspondió una etapa de su producción literaria, alimentada con la experiencia.

Antoine no tardó en integrarse en la escuadrilla de pilotos que cubrían los tramos de “la Línea” que transportaba el correo entre Toulouse, Barcelona, Málaga, Tetuán, Sahara español, hasta las antiguas colonias francesas, en lo que luego sería Senegal. A finales de 1927 fue destinado como jefe de escala a Cabo Juby, entonces bajo administración española, donde inició con cierta constancia su vocación literaria. En 1928 se trasladó a Sudamérica. En 1928 se publicaría “Courrier sud” (Correo del Sur) y en 1931 “Vol de nuit” (Vuelo Nocturno), que le supuso un gran éxito al obtener el premio Femina; ambas giran en torno a sus experiencias como aviador.

La escala siguiente fue Buenos Aires, al ser nombrado director de la Aeroposta Argentina, filial de la Aéropostale, donde tuvo la misión de organizar la red de América Latina. Tal es el marco de su segunda novela, “Vuelo Nocturno”. En 1931, la bancarrota de la Aéropostale puso término a la era de los pioneros, pero Saint-Exupéry no dejó de volar como piloto de pruebas y efectuó varios intentos de récords, algunos de los cuales se saldaron con graves accidentes: en el desierto egipcio en 1935, y en Guatemala en 1938.

 

Antoine de Saint-Exupéry. Aviador, poeta, novelista, autobiógrafo, escritor de literatura infantil, ensayista, escritor, autor y periodista.

Accidente en el desierto del Sahara:

El 30 de diciembre de 1935, después de un viaje de 19 horas y 38 minutos, Saint-Exupéry y su navegador André Prevot se vieron obligados a realizar un aterrizaje forzoso en la parte de Libia del desierto del Sahara, en camino a Saigón. Su avión era un Caudron C-630 Simoun N°7041 (matrícula F-ANRY), con el que pretendían batir el récord de tiempo de vuelo de París a Saigón por un premio de 150.000 francos. Ambos sobrevivieron al aterrizaje, pero sufrieron los estragos de la rápida deshidratación en el Sahara, no tenían idea de su ubicación y, según sus memorias, lo único que tenían para alimentarse eran uvas, dos naranjas y una pequeña ración de vino. Experimentaron alucinaciones visuales y auditivas, para el tercer día estaban tan deshidratados que dejaron de transpirar y finalmente, al cuarto día, un beduino en camello los descubrió, y les salvó la vida. El relato “Terre des Hommes” (Tierra de los Hombres) es una referencia a esta experiencia.

En los años treinta multiplicó sus actividades: cuadernos de invención, adaptaciones cinematográficas de “Correo del Sur” en 1937 y de “Vuelo Nocturno” en 1939, numerosos viajes (a Moscú, a la España en guerra), reportajes y artículos para diversas revistas. Durante su convalecencia en Nueva York, después del accidente de Guatemala, reunió por consejo de André Gide los textos (en su mayor parte artículos ya publicados) que se convirtieron en “Tierra de los Hombres” (1939).

Durante la Segunda Guerra Mundial luchó con la aviación francesa en misiones peligrosas, en especial sobre Arras, en mayo de 1940. Con la caída de Francia marchó a Nueva York, donde contó esta experiencia en “Pilote de Guerre” (Piloto de Guerra) (1942). En Estados Unidos se mantuvo al margen de los compromisos partidistas, lo que le atrajo la hostilidad de los gaullistas. Su meditación se elevaba por encima de la historia inmediata: sin desconocer las amenazas que la época hacía pesar sobre el «respeto del hombre», como declara en “Lettre à un Otage” (Carta a un rehén) (1943), optó por la parábola con “Le Petit Prince” (El principito) (1943), una fábula infantil de contenido lirismo e ilustrada por él mismo, que le dio fama mundial.

En El principito, el autor afirma haber conocido al singular personaje que da título al libro seis años atrás, en el desierto del Sahara, después de haber sufrido un accidente de avión, y nos cuenta su historia. El principito procedía de un asteroide tan pequeño que bastaba con desplazar un poco la silla hacia atrás para ver continuamente la puesta de sol. Un día brotó del suelo una rosa; el principito se enamoró de ella, pero no pudiendo soportar su orgullo y presunción, decidió abandonar el asteroide y emprendió un viaje que lo llevó a otros pequeños planetas. En cada uno de ellos vivía un único personaje que, como en seguida aprecia el lector, encarna algún defecto humano: la vanidad, el egoísmo, la ambición…

Finalmente, el principito llegó a la Tierra, donde descubrió, consternado, que su rosa no era la única del universo, y entabló amistad con un zorro, y después con el narrador. Los sutiles simbolismos y el desenlace de la historia sugieren el sentido del libro: una indagación sobre el amor y la amistad, sentimientos que, pese a su naturaleza incomprensible y los sufrimientos que pueden acarrear, se revelan como una necesidad ineludible y enriquecedora.

La prosa de Saint-Éxupery impresiona por un rigor en el que la desnudez retórica asegura la eficacia del relato de acción. Cercano a André Malraux por su conciencia de la aventura humana, a Jean Giono por su lirismo cósmico, a Georges Bernanos por su búsqueda del absoluto, Saint-Exupéry mostró siempre que el hombre no es más que lo que hace.

Antoine de Saint-Exupéry con su avión, Lockheed PR-38 F5B Lightning.

Desaparición:

Después de 27 meses en América del Norte, Saint-Exupéry regresó a Europa para volar con las Fuerzas francesas libres y luchar con los Aliados en un escuadrón basado en el Mediterráneo. Con 44 años, no solo era más viejo que la mayoría de los hombres en servicio, sino que también sufría dolores, debido a sus múltiples fracturas. Fue asignado con algunos otros pilotos a un escuadrón de cazas bimotor Lockheed P-38 Lightning, que un funcionario describió como aeronaves «desgastadas por la guerra, sin condiciones de aeronavegabilidad». Después de destrozar un P-38 debido a un fallo de motor en su segunda misión, se quedó en tierra durante ocho meses, pero fue reinstalado en misiones de vuelo por el mando aliado norteamericano.

En 1943, Charles de Gaulle, afirmó públicamente que Saint-Exupéry apoyaba a Alemania.

La última misión de reconocimiento de Saint-Exupéry fue para recoger información para la inteligencia sobre los movimientos de las tropas alemanas en el valle del Ródano y sus alrededores antes de la invasión aliada del sur de Francia, conocida como “Operación Anvil-Dragon”. El 31 de julio de 1944, a las 8:45 horas, despegó a bordo de un Lightning PR-38 sin armamento de una base aérea en Córcega, con una autonomía de vuelo de 6 horas.

Como no regresó, a las 13:00 el capitán René Gavoille (comandante de la escuadra), advirtió a los radares acerca de la desaparición de Saint-Exuperý. A las 14:30, el avión se dio por desaparecido. El 1 de agosto, una mujer informó haber visto un accidente aéreo alrededor del mediodía, cerca de la bahía de Carqueiranne junto a Tulón. Un cadáver sin identificar que llevaba insignias francesas fue encontrado varios días después al Este del archipiélago Frioul al sur de Marsella y enterrado en Carqueiranne en septiembre.

“Si soy derribado no lo lamentaré. La incoherencia futura me espanta y odio su virtud de robots. Yo estaba hecho para ser jardinero”. Fueron las últimas palabras que el escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry dejó en una nota, sobre su escritorio, antes de emprender su último vuelo.

Brazalete de Saint-Exupéry hallado en septiembre de 1998 en el lugar donde yacen los restos del avión. (Antoine de Saint-Exupéry Consuelo c/o Reynal and Hitchcock Inc. 386 4th Ave. NY City USA).

No se equivocó. En 2008 se supo que, fue abatido por el aviador alemán Horst Rippert, piloto de la Luftwaffe durante la Segunda Guerra Mundial. Una teoría que en los últimos años había sido descartada y que ahora confirman las pruebas definitivas que los principales investigadores en la desaparición del autor llevan tiempo reuniendo. Los resultados, que todavía no se han dado a conocer, serán revelados en el libro que esperan publicar a finales de 2017 en Francia los cuatro autores de este estudio: el submarinista y explorador profesional Luc Vanrell, que fue el descubridor de los restos del avión de Saint-Exupéry; el alemán fundador de la Asociación de Búsqueda de Aviones Perdidos Durante la Guerra, Lino von Gartzen; el piloto e investigador aeronáutico Bruno Faurite; así como el sobrino y ahijado del escritor, François d’Agay.

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