El espía que a los 19 años impidió que los nazis asesinaran a Churchill, Roosevelt y Stalin

Nacido hace cien años el 17 de febrero de 1924, Guevork Andréievich Vartanián se hizo cargo de un grupo de agentes soviéticos con el que descubrió un complot para matar a los tres líderes de los aliados cuando se reunieran en la Conferencia de Teherán. Su identidad se mantuvo en secreto hasta el año 2000, cuando se le hizo un homenaje público. Ya retirado, se convirtió en maestro de espías.

COOLTURA 17 de febrero de 2024 CIUDAD24 CIUDAD24
Capa 01

En “El águila ha llegado”, el novelista estadounidense Ken Follet relata una imaginaria operación de un comando de paracaidistas nazis que, con la ayuda de simpatizantes ingleses de Hitler, intenta asesinar en territorio británico al primer ministro Winston Churchill.

La idea de la novela de Follet es osada y rozaría el absurdo si no fuera por la maestría con que el consumado escritor de best seller lleva adelante la trama. Pero, como plantea esa frase que se ha convertido en un lugar común, hay veces en las que la realidad supera a la ficción.

El proyecto real de Hitler era mucho más audaz que la trama propuesta por Follet y su objetivo era secuestrar o matar en una misma operación a Churchill, al presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt y al líder soviético Iosif Stalin cuando se reunieran en la capital persa para discutir la apertura de un segundo frente de batalla contra los nazis en Europa Occidental.

La Conferencia de Teherán – la primera en el marco de la Segunda Guerra Mundial de la que participarían los tres líderes aliados – se realizaría entre el 28 de noviembre y el 1° de diciembre de 1943 y las decisiones que allí se tomaran sería decisivas para el desarrollo de la contienda en territorio europeo.

Los nazis bautizaron a esa operación secreta con el nombre de “Weitsprung” (Salto largo) y la pusieron en manos del mejor oficial de comandos con el que contaban, el Hauptsturmführer de las Waffen SS Otto Skorzeny, el mismo hombre que con otra acción audaz había liberado a Benito Mussolini de su detención en los Alpes italianos en septiembre de ese mismo año.

Los libros de historia casi no mencionan a la “Operación Weitsprung” por una simple razón: debió ser abortada porque fue descubierta y la guerra continuó su curso con Churchill, Stalin y Roosevelt vivitos y coleando.

Mucho menos mencionan a quien la frustró: un joven espía soviético – hijo de un consumado agente de inteligencia al servicio del Kremlin – cuya identidad fue mantenida en el más riguroso de los secretos, primero por la Unión Soviética y después por el gobierno ruso, hasta el año 2000.

Se llamaba Guevork Andréievich Vartanián y en el momento de los hechos tenía apenas 19 años, aunque esa corta edad no significaba en absoluto que estuviera falto de experiencia para la misión que se le había encomendado.

Otto Skorzeny, el oficial nazi a cargo del plan para asesinar a Churchill, Roosevelt y Stalin, junto a Hitler (Gravestone)

Familia de espías
Vartanian nació el 17 de febrero de 1924 – hoy cumpliría 100 años - en la ciudad de Rostov del Don, en el sur de Rusia, en el seno de la familia de un ciudadano iraní de origen armenio y una ciudadana soviética.

En 1930, la familia se mudó a Teherán, donde el padre de Guevork, Andrei, fue destinado como agente soviético bajo la cobertura de un rico comerciante. Criado en ese clima, a los 16 años el hijo siguió los pasos del padre y a los 16 años ya operaba bajo sus órdenes en la capital persa.

Desde Moscú le asignaron el nombre en clave de Amir y una misión específica, detectar a los espías alemanes y británicos que operaban en la región. Hizo más que eso, como la inteligencia británica estaba tratando de captar ruso-parlantes para incorporarse como espías en Asia Central y el Cáucaso, el joven Guevork – precisamente bajo la cobertura de hijo de un rico comerciante que hablaba ruso por haberlo aprendido de su madre – se dejó captar y pudo infiltrarse.

Entrenado por los británicos, pudo detectar a los agentes y luego pasó la información sobre la “escuela” británica de espías a sus superiores en Moscú. De esa manera, los espías entrenados por la inteligencia británica que fueron enviados a la Unión Soviética pudieron ser seguidos, controlados, en algunos casos capturados y en otros convertidos en agentes dobles.

Así, la primera misión del espía Amir, apenas comenzada la Segunda Guerra Mundial, fue un éxito. Para entonces, la inteligencia soviética lo consideraba el mejor agente de campo que tenía en la región, por lo que, le encomendaron que formara un equipo para garantizar la seguridad de Stalin en la conferencia de Teherán.

Cumbre entre Franklin D. Roosevelt, Joseph Stalin y Winston Churchill en Teheran, en 1943

Los “Tres Grandes” juntos
La conferencia de Teherán fue sería la primera reunión de los “Tres Grandes” en la Segunda Guerra Mundial, por lo que la primera cosa que hicieron los Estados Unidos y Gran Bretaña fue garantizar la plena cooperación y la asistencia de la Unión Soviética en todas las políticas de la guerra. Stalin aceptó, pero a un precio: Roosevelt y Churchill tendrían que apoyar su mandato y a los partisanos en Yugoslavia, y también permitir la modificación de la frontera entre Polonia y la Unión soviética.

Según el temario, Roosevelt, Churchill y Stalin se ocuparían de asuntos más importantes, principalmente la operación Overlord – el desembarco aliado en Normandía - y la guerra política. La operación Overlord estaba programada para comenzar en mayo de 1944, en coincidencia con el ataque soviético a la frontera oriental de Alemania.

En cuanto a la política general de la guerra, la Unión Soviética pediría el envío de tropas de la reserva en Europa Occidental en la primavera de 1944. Como contrapartida, Gran Bretaña y Estados Unidos intentarían que los soviéticos le declararan la guerra a Japón.

Los tres líderes de los aliados tenían planificado reunirse entre el 28 de noviembre y el 1° de diciembre de 1943, bajo rigurosas condiciones de seguridad. Se temía que los alemanes intentaran descabezar a sus enemigos.

Guevork Vartanian el día de su boda con Goar, otra espía soviética. Hasta el año 2000 vivió sin que se conociera su verdadera identidad

La Operación Weitsprung
Los temores de los aliados estaban justificados. Para entonces, Hitler había ordenado la preparación de una operación para secuestrar o asesinar a Churchill, Stalin y Roosevelt cuando estuvieran reunidos en Teherán.

“Operación Weitsprung” fue el nombre en clave que recibió el plan que debía llevar a cabo el ejército alemán y la fecha quedó fijada para el primer día de la conferencia, el 28 de noviembre.

La persona encargada de organizar el complot fue el jefe de la Gestapo y de la Oficina Central de Seguridad del Reich, Ernst Kaltenbrunner. Para llevar a cabo el complicado operativo, Kaltenbrunner confió el mando de la misión al coronel de origen austríaco, Otto Skorzeny, el cual formaba parte de la unidad Friedentahler encargada de las operaciones especiales.

La elección de Skorzeny fue aprobada por el propio Hitler, admirado por la capacidad que había mostrado el jefe del comando de las Waffen SS un mes antes, al rescatar al líder fascista Benito Mussolini de su cautiverio en la fortaleza-prisión en el Hotel Campo Imperatore, en el Gran Sasso, el pico más alto de los montes Apeninos.

La Operación Weitsprung contaría con la colaboración de un agente alemán, el espía albanés Elyesa Bazna, más conocido por el nombre en clave de “Cicerón”. Su misión consistía en transmitir datos de interés acerca de la reunión que se iba a celebrar en Teherán desde la capital turca, Ankara.

La primera información de la existencia de un operativo alemán en curso llegó a Moscú de parte del agente soviético Nikolai Kuznetsov, quien, haciéndose pasar por el oficial de la Wehrmatch Paul Siebert, logró sonsacar información a un oficial de las SS llamado Ulrich Von Ortel, a quién se le había detectado un punto débil: era “charlatán” y “bebedor”. Kuznetsov lo emborrachó y logró que hablara.

Vartanian y su esposa, luego que en el año 2000 fuera condecorado públicamente por su acción en Teherán en 1943

La Brigada Ligera
A partir de la información que aportó por Kuznetsov, en Teherán los soviéticos diseñaron un sistema de seguridad que quedó a cargo de Vartanián, o Amir, elegido a pesar de tener apenas 19 años.

De inmediato, organizó un equipo con otros siete agentes rigurosamente seleccionados, al que bautizó con el nombre en clave de “Brigada Ligera”. Debido a que Teherán era el refugio de numerosos hombres de negocios que habían huido de Alemania tras el ascenso de Hitler al poder, los servicios de inteligencia soviéticos temían que los comandos alemanes se pudieran camuflar entre esa población.

Vartanian y sus hombres comenzaron a recorrer la ciudad en bicicleta para vigilar todos los sectores sospechosos de poder ser un punto de comunicación entre Teherán y Berlín. Además, montaron un sistema de vigilancia radiofónica, destinado a interceptar comunicaciones sospechosas.

El trabajo dio sus frutos cuando el equipo de Vartanián interceptó una señal radiofónica enviada por una avanzada de seis paracaidistas alemanes que habían sido lanzados cerca de Qum, una ciudad a 60 kilómetros de Teherán.

Al decodificar las transmisiones de ese grupo, Vartanián descubrió que estaba planificada la llegada de un segundo grupo, comandado por el jefe de la Operación, Otto Skorzeny, que sería quien llevaría a cabo el atentado contra los tres líderes aliados.

Con esa información, los soviéticos comenzaron a preparar un operativo que les permitiera capturar o eliminar a los integrantes del comando de Skorzeny antes de que éste entrara en acción.

No hizo falta llevarlo a cabo, porque uno de los agentes alemanes en Teherán descubrió que estaba siendo vigilado y envió un mensaje cifrado con un código diferente al habitual para informar a sus superiores en Berlín sobre la situación y pedir que se abortara la Operación Weitsprung.

“Deliberadamente le dimos a un operador de radio la oportunidad de informar sobre el fracaso de la misión”, informó después Vartanián a sus superiores.

Aunque sin capturar a los alemanes comandados por Skorzeny, el joven espía y su Brigada Ligera se anotaron el triunfo más importante: localizaron al otro grupo de desembarco enviado por los nazis, seis operadores de radio que viajaban en camello y cargados de armas.

Así, los “Tres Grandes” pudieron reunirse en Teherán sin que sus vidas corrieran riesgo. El golpe planificado por los nazis había quedado en la nada.

Una estampilla en conmemoración de Guevork Vartanian

El espía sin nombre
Después de la guerra, Guevork Vartanián volvió a la Unión Soviética, donde se caso con otra espía, Goar.

Goar y Gevork trabajaron juntos como agentes de campo enviados en pareja continuó sus tareas de espionaje en varios países de Asia y Europa, así como en Estados Unidos -como parte del llamado programa de “ilegales”, entre de 1956 a 1986 -, donde cumplieron diversas misiones durante la Guerra Fría. Nunca fueron capturados ni detectados.

En 1984, Gevork fue reconocido, en una ceremonia secreta, como Héroe de la Unión Soviética, y tras su retiro, en 1992, siguió colaborando con los servicios de inteligencia – ya no soviéticos sino rusos – en la formación de agentes de inteligencia.

Allí les explicaba a los aspirantes a espías: “Para nosotros, agentes clandestinos, la traición es el peor de los males. Si un agente observa todas las reglas de seguridad y se comporta correctamente en la sociedad, ningún contraespionaje lo detectará. Al igual que los zapadores, los agentes clandestinos se equivocan una sola vez”.

Su identidad seguía siendo un secreto. Recién el año 2000 se conoció su nombre, cuando finalmente recibió el reconocimiento público por haber detenido el complot de asesinato.

En el año 2007 la nieta de Churchill, Celia Sandys, se reunió en Moscú con el espía que había salvado la vida de su ilustre abuelo. En la reunión, Vartanian levantó una copa de brandy armenio brindando por la “gran troika, Stalin, Churchill y Roosevelt”, y agregó: “Es gracias a ellos que se vive en paz hoy en día”.

Guevork Vartanián falleció a los 87 años en Moscú, el 27 de enero de 2012. En su despedida, el entonces presidente ruso lo definió así: “Legendario espía, auténtico patriota, personalidad brillante y poco corriente. Participó en operaciones que han pasado a la historia del espionaje exterior nacional”.

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